Errar es humano. Todos somos frágiles y
necesitados. A veces, cuánto nos cuesta perdonar. Pero ¿qué es el perdón? Lo
podemos definir: Es la acción por la que una persona decide no sentir
resentimiento alguno hacia el ofensor.
El perdón se da o se recibe y se
vive de diferentes facetas vitales. En el fondo es una necesidad, es liberar la
conciencia de cualquier sentimiento negativo. El perdón es un beneficio mutuo,
al que lo da y al que lo recibe.
Quizás lo que más nos cuesta es
alcanzar el propio perdón. Es decir, perdonarnos a nosotros mismos. Aquí no se
busca el encuentro, el diálogo, las escusas… eres tú el principal protagonista.
Estás en tu propio desierto. Sólo tú y tus cosas. El perdón no cambia tu
pasado, está ahí; pero sí abre nuevos horizontes a tu futuro. Abre horizontes
para ver dimensiones nuevas y posibles correcciones.
El perdón es uno de los pilares fundamentales
para la paz en cada persona, en la familia, en el mundo. El perdón, amigo
caminante, nos lleva a la conversión. La verdadera conversión es el cambio
radical, íntimo, personal. Una forma nueva de pensar y actuar.
Creo
que podemos decir que donde hay conversión hay perdón y éste lleva a la paz. No
sólo la tuya, sino la del otro y desde aquí se puede vivir en armonía con todo
el entorno. Pero lo importante, el primer paso a dar es: Aceptarte como tú eres
y amarte.
Quizás,
hoy en día, se nos pide también una austeridad que tiene sus motivos en la
solidaridad de cara a los más necesitados. Incluir, no excluir. Fraternidad e
igualdad y entonces a todos nos toca descubrir la riqueza del perdón.
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