Hoy, a pesar de todos los medios que tenemos
para comunicarnos, vivimos momentos no digo de soledad pero sí de un cierto y
cómodo individualismo.
Se
busca una mejor calidad de vida, satisfacer las aspiraciones individuales… Es
un comportamiento en el que estamos, creo, todos implicados. Buscamos y queremos tener algo que nos
distinga, algo original. Llegamos así a manipular a la misma persona. Es decir,
somos egoístas, “originales” diríamos hoy.
Es
verdad que si este individualismo no llega a una manipulación del otro, es
positivo para la persona. Pero el individualismo en sí es la negación de la
persona. Hoy todo lo “relacionamos” centralizamos en una palabra: Crisis. Se habla de crisis económica, laboral,
social, política… Pero lo que más nos debe
preocupar es la crisis del ser.
Es
decir, cómo nos relacionamos, comunicamos, cómo buscamos la solidaridad y la
paz; porque si nos faltan estas
facetas algo empieza a morir en nuestra vida, en nuestra sociedad.
Tenemos
y debemos de buscar motivos y razones para seguir viviendo esperanzados. Saber
mantener un equilibrio dando preferencia al ser por encima del producir, es
decir, el tener, sin olvidar la libertad y la verdad.
Si
la persona está abierta a los demás, de aquí nacen todas las facetas necesarias
para un mutuo enriquecimiento y solución de conflictos. Pues el otro (la
persona) es necesaria para la convivencia y para salir del individualismo.
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