Las nuevas
tecnologías de la comunicación y de la información, invaden y creo podemos
decir, casi ahogan nuestra convivencia cotidiana. Esto no quiere decir que no
entremos en el mundo de la información. Pero sí nos tenemos que preguntar
acerca de las consecuencias que luego influirán
en nuestras relaciones y a dónde nos llevan.
Sin olvidar la repercusión que
tienen en el mundo económico y el de consumo. Aquí entra la eficacia pero no se
deben olvidar los peligros que traen consigo. Es verdad que debemos buscar la
comunicación y el encuentro. Cuando suena nuestro teléfono o la telefonista nos
dice: “le paso una llamada” no sabemos de qué se trata pero sí sabemos que
alguien se quiere comunicar con
nosotros.
La modernidad en la que vivimos crea
diferencias e incluso, marginación. Porque ¿Qué decir de las migraciones? ¿Por
qué tienen que dejar su tierra, su familia…? Es la crisis de la así llamada
“aldea global”. ¡Cuántas desigualdades!
Hay que buscar el encuentro, la
comunicación… un lenguaje común, todo lo que sirva y favorezca el encuentro
creando una nueva familia, un nuevo hogar. No sólo el de ladrillos, sino el de
los valores a compartir.
Debemos derribar
muros, no sólo los de gran escala, también esos pequeños que nos impiden el
diálogo, el perdón y en definitiva, el encuentro.
Ojalá que un día hayamos construido
una Humanidad sin barreras de raza, religión, cultura o ideologías; en
definitiva: Un nuevo hogar en el que todos hemos encontrado nuestro sitio.
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