No es fácil ser personas
esperanzadas en un mundo fragmentado, pero hay que seguir porque el futuro
tiene sentido. La realidad, la que cada día nos toca vivir, nos hace dudar del
futuro.
Una
cierta increencia en todo, falta de ética, familias rotas, personas marginadas,
parados, corrupción… Ciertamente, un panorama desesperanzador. Luego, vivimos
muy de prisa. Cada día nos cuesta más mantener la esperanza en un mundo
cambiante y, a veces, roto.
Los
medios de comunicación nos ponen al día de los acontecimientos y a la vez,
aumentan nuestros sentimientos de impotencia y una cierta crisis de identidad
en la persona.
La verdad, amigo/a caminante es como para
tener miedo ante una sociedad de un
contenido social difícil y, a veces, hostil. Ciertamente corremos el riesgo de
caer en la tentación del miedo. Por otra parte se trata de satisfacer todo
gusto y al menor coste posible. ¿Estamos perdiendo la visión del futuro?
Se
ha ido perdiendo el respeto a las instituciones, a los padres, a los profesores
y a la autoridad en general. Por otra parte las noticias tristes abundan, lo
mismo el entramado del terrorismo.
El
hombre moderno está, estamos, envueltos
en el torbellino de las prisas, de la inseguridad, del aparentar. Necesitamos
aprender a vivir al biorritmo personal y comunitario. Abandonar el egoísmo y
ser más altruistas. Respetar y apreciar la vida. Necesitamos reforzar nuestra
voluntad, tener como punto de partida una actitud positiva. En definitiva:
necesitamos vivir esperanzados.
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