Podíamos
definir la tolerancia como un camino. Ese camino que día a día recorremos
todos. La actitud de la persona que, no sólo tolera, sino que respeta las
ideas, las opiniones y, sobre todo, las personas; está en camino.
Construir no
es fácil. La construcción de la tolerancia a lo largo de los tiempos, no sólo
repercute en los grandes eventos o encuentros, sino también en los espacios más
personales.
Quizás hoy en día nos cuesta ser tolerantes. Y digo esto porque
vivimos de prisa (o nos hacen vivir) y no nos paramos a analizar los
acontecimientos o la misma realidad que día a día compartimos.
La tolerancia nos exige ser personas
dinámicas. Personas que saben analizar la realidad que tenemos a nuestro
alcance con una inteligente apertura para llegar a una interculturalidad. Esto
no quiere decir que no existan o aparezcan los conflictos. Se trata, por lo
tanto, de afrontar los problemas inteligentemente.
Aquí es donde debemos saber poner
“límites” a la tolerancia, pues no todo se puede tolerar. Amigo/a caminante, no
es nada fácil recorrer diariamente el camino de la tolerancia porque tenemos
que saber reconocer y aceptar toda clase de diferencias para una sana y
responsable convivencia.
Por el contrario, la intolerancia nos
rompe los esquemas de una equilibrada tolerancia y nos conduce a no soportar
las opiniones o formas de pensar de los demás. En el fondo es un antivalor. Una
persona intolerante pierde el respeto y puede llegar a ser agresiva.
La tolerancia es un camino que no tiene
fin porque cada paso que damos algo nuevo se descubre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario