La
hospitalidad es una cualidad que no debemos permitir que caduque por el simple
hecho de “pasar” de la misma. Consiste en acoger y tratar bien a los demás,
sobre todo al que de verdad lo necesita.
Hoy en día tenemos a los refugiados y
todas las personas que, por los motivos que sean, tienen que dejar su ciudad,
su pueblo… su casa. ¿Qué buscan los que optan por emigrar? Seguridad, mejores
condiciones laborales…paz.
La
hospitalidad es abrir puertas, pide y exige acogida. La hospitalidad nos sirve
para un encuentro, para un diálogo y, en definitiva, para un mutuo
enriquecimiento.
Pero es exigente porque nos pide apertura hacia el otro y una acogida
en un lugar apropiado, donde invita a un encuentro, a un diálogo y una
comunicación confortable.
La hospitalidad se convierte en un
proyecto con perspectiva de integración. ¿Por qué? Porque el proyecto crea
ilusiones, vida y refuerza conductas. Cuando en una persona falta el proyecto o
proyectos, disminuye el dinamismo vital.
Un verdadero proyecto ayuda a
integrarse en el ambiente. La hospitalidad nos exige el conocimiento de la
situación. Nos exige también un proceso de madurez psicológica y afectiva.
La
hospitalidad no pide, exige una apertura hacia un nosotros. La hospitalidad, el
acoger, en definitiva, es un arte. Y es que, en el fondo, actúa el corazón.
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