La
vida tiene sentido cuando se da el encuentro con nosotros mismos y con los
demás. No es fácil. Para acercarse al otro se necesita vaciarse de uno mismo,
de todo lo que nos está impidiendo llegar a una verdadera relación
interpersonal.
La persona que solamente se mueve en la
dimensión profesional, sólo es capaz de dar y no de acoger. Acoger es recibir.
Es ir al encuentro del otro, de los acontecimientos y de la vida misma. Acoger
es celebrar la fiesta de la amistad, del amor y de la fraternidad.
La amistad
exige diálogo, proximidad, colaboración… donde predomina y une el ideal común.
Acercarse, acoger es dar la debida importancia a todos los gestos de cada día.
Acoger es cercanía, es decir al otro que no está solo, que puede contar
conmigo.
Hay otra dimensión importante que exige la convivencia y es la de la
verdad. Si ésta no existiera, no podemos hablar de encuentro. Cuando nuestras
relaciones se quedan en la superficie, corremos el riesgo de que nuestra vida
se vacíe.
Es decir, que debemos saber si nuestra
comunicación se realiza desde el ser o el tener. ¿Por qué decimos esto? Porque
la relación desde el tener siempre será fría, superficial, tal vez
interesada. Por el contrario, si
nuestras relaciones parten del ser, hay una personalización y unas vivencias.
Estamos hablando de una nueva forma de
existencia. Y la misma vida adquiere un verdadero sentido.
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