Cuando
oímos la palabra soledad, tal vez se da un rechazo en nuestra mente. Y sin
embargo en la búsqueda del yo, se necesita pasar por la experiencia de la
soledad. Toda persona, en un momento determinado de su vida, experimenta, en
mayor o menor intensidad, la soledad. Es normal.
De aquí que, aunque parezca una contradicción, solamente cuando la
persona sabe permanecer inteligentemente en la soledad, llega luego a una
auténtica comunicación.
Por
eso toda decisión debe tener su nacimiento en la soledad. Ahora bien, la
soledad es un medio, nunca un fin. La soledad es exigente. Nos pide salir de lo
externo, de lo cotidiano y de lo superficial. La soledad, bien encauzada, es
siempre un enriquecimiento de la persona.
La sana e inteligente soledad nos
invita a salir de nosotros mismos. Amigo, caminante, termino con una frase que
he leído de Thomas Merton, precisamente acerca de la soledad. Dice así: “La
soledad es tan necesaria para la sociedad como el silencio lo es para el
lenguaje, el aire para los pulmones y el alimento para el cuerpo”.
Frente a la soledad, busquemos su
riqueza interior. No tengamos miedo.
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