Normalmente nos
comunicamos con la palabra pero también, a veces, lo hacemos con el silencioso
lenguaje de la sonrisa. La sonrisa está llena de comunicación, preñada de
mensajes. Normalmente invita a la
acogida, a la cercanía, al perdón, al encuentro… Y es que la verdadera sonrisa
abre la puerta, no sólo la de la casa, sino la del corazón.
La sonrisa está cargada de
esperanza, recompone todo aquello que ha destrozado el odio, la envidia, la
violencia… Si por el contrario rechazamos la sonrisa, algo empieza a morir en
nosotros y tal vez también en el otro.
La sonrisa recupera una amistad
perdida. Cuando la sonrisa se hace agradable sorpresa, se humedecen los ojos,
desaparece el miedo… es como haber encontrado un tesoro, algo que para nosotros
tiene un gran valor.
Cuando uno sonríe y otro u otros sonríen, ya nadie se
siente solo. Todo es diferente.
La sonrisa, por ejemplo la de un
niño, hace sonreír a toda la familia, a los familiares y a los amigos. Un día
me encontré con un anuncio sencillo pero que tenía este mensaje: “¡Sonría, por
favor!” Es que la sonrisa no conoce fronteras…
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