Hoy,
por ser el primer día, me vas a perdonar pero prefiero acompañarte por lo menos
durante unos minutos, haciendo silencio. Sólo quiero escucharte, mejor,
escucharnos en el silencio. Escuchar nuestros pasos, nuestro respirar…
Observar la naturaleza, la suave brisa que hace que las hojas se muevan y las
ramas se saluden…
Seguimos
caminando. Nos miramos. Sonreímos. ¡Qué bonito es el lenguaje silencioso! Luego
empezamos a dialogar. ¿A dónde vas? Mejor, ¿de dónde vienes? Me preguntaste.
De
esta sociedad ruidosa, ajetreada, competitiva, interesada… te contesté. Y
voy buscando un lugar más silencioso donde pueda reflexionar y luego compartir
mis proyectos e ilusiones. Pues algo parecido me sucede a mí, me contestaste. Y
seguimos caminando y charlando.
Cada
vez se hacía más fácil y llevadero nuestro diálogo. Nos comunicábamos nuestras
cosas más personales, más íntimas. Pero a un cierto punto nos tuvimos que
separar porque el destino era diferente.
Hasta
otro día. Y nos dimos un fuerte abrazo. Luego seguí caminando pero ya no estaba
solo, tú ibas conmigo. Ya todo cambió. Yo seguí pensando y recordando
cuanto me había dicho el amigo de camino. También lo que yo había compartido
con él.
Hasta
otro encuentro, que sigamos juntos caminando. … y luego todo era
silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario