Dialogar
es abrir puertas, entrar en comunicación, descubrir horizontes y quitar
fronteras. Eliminar soledades y ofrecer solidaridad y fraternidad. En el fondo,
dialogar es descubrirnos como personas.
Este
diálogo-comunicación nos descubre otra dimensión: la del perdón. Saber perdonar
es colocarse al lado del otro y caminar juntos. Perdonar es entrar en el mundo
de la pobreza y limitaciones humanas para liberarse. Perdonar es volver a
recuperar la amistad, en definitiva, volver a dialogar y amar. Perdonar es
decir al otro: puedes contar conmigo, yo cuento contigo.
Quien
perdona sabe valorar mejor a los demás. Quien perdona tiende puentes. Son
muchos los que nos hacen falta: el puente de la solidaridad, el del respeto a
la vida, el puente de la armonía y de la paz…
¿Por
qué hay tanta violencia? Hace falta que todos (hablemos) practiquemos el
lenguaje del perdón, de la sencillez y de la sinceridad.
La
vida debe ser un continuo diálogo, una sincera amistad y mutuo amor. De aquí
que nunca dejemos alejarse al (otro) al amigo, triste y dolorido. La
convivencia es un medio de autoconocimiento. El diálogo, la sana y comprometida
convivencia derrumban fronteras, conducen a la paz y a amarse de verdad. He
aquí la importancia del diálogo.
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