No
podemos ignorar y menos aún huir de los problemas que cada día nos encontramos.
Estamos
un tanto hipnotizados, adormecidos, viviendo un sueño en el que creemos ser
alguien que en realidad no somos. Hay que despertar para liberarnos de nuestro
error, de quienes nos manipulan y reconocer que estamos dormidos; que todo o
casi todo, que llega a nosotros lo dejamos pasar sin dar una respuesta
inteligente, personal o grupal.
Hace
falta mucho valor y a la vez humildad para reconocer que vivimos en un estado
de somnolencia.
A
veces, nos acostumbramos a vivir en la rutina diaria y vamos
perdiendo la dimensión creativa y reforzando “los apegos” a los que
precisamente debemos eliminar. En realidad no son muchas las cosas a las que
debemos renunciar.
¿Por
qué estar atados y ser “esclavos” de los deseos y apetencias de cosas que nos
acarrean disgustos y goces ilusorios?
Hay
que despertar y rebelarnos pacíficamente superando nuestros egoísmos, intereses
y caprichos, pues no nos atan las cosas, sino el deseo de ellas.
Podemos
tener y usar de cuanto la vida nos ofrece pero, amigo caminante, te invito y me
invito a no apegarnos a nada. Abramos nuestros ojos. ¡Despertemos! Levantemos
la mirada y contemplemos horizontes nuevos.
Cuando
aprendamos no sólo a ver, sino a mirar con los ojos del corazón todo cambiará.
Todo tendrá un nuevo sentido. Todo adquirirá una nueva dimensión…
Y
por todo ello hay que ¡Despertar!
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