Nos
toca vivir en una era llamada de las comunicaciones, la era de las nuevas
tecnologías. No sólo es importante el lenguaje, sino también quién lo dice,
cómo lo dice y a quién se lo dice, es decir, la imagen.
El
primer mensaje en la comunicación lo damos con nuestra “presencia”. Debemos
cuidar al máximo la presentación, los gestos, la mirada, los silencios…
Hay
que armarse frecuentemente de valor para que nuestra imagen sea captada lo más
verdaderamente posible. No basta caer bien y que los demás tenga buena imagen
de nosotros, somos nosotros quienes debemos estar satisfechos con nosotros
mismos.
Debemos
intentar que nuestra presencia e imagen sea cada día un poco mejor y en medio
de los problemas y dificultades, ser fuertes, más humanos y solidarios.
Tener
esperanza para ser felices y hacer felices a los demás. Cada día, cada instante
sea mejor que el anterior.
Preocuparse,
estar atentos a las necesidades de los demás, no sólo para dar buena
imagen, sino porque nos ayuda a salir de nuestra comodidad, de nuestros
egoísmos. El desinterés por los demás es como un cáncer que, poco a poco, va
desmoronando el edificio de la convivencia humana y el de la imagen.
Al
final, nuestra imagen quedaría totalmente deteriorada. Por lo tanto, valoremos
y apreciemos nuestra verdadera imagen.
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