La
protesta y la rebelión marcan, consciente o inconscientemente, un claro
objetivo: La igualdad y la fraternidad universal. He aquí la fascinante e
inaplazable vocación de la persona. En el comportamiento de la persona
hay un resorte que revela la perceptibilidad humana: la protesta.
Si
se da una rebelión pacífica, sincera, responsable; una disconformidad razonable
y una inquietud pujante; es señal de que algo puede y debe marchar mejor porque
hay metas por alcanzar.
La
rebelión auténtica implica una búsqueda compartida. Toda búsqueda lleva a una
elección, toda elección conlleva un compromiso y comprometerse exige acoger,
respetar, creer en uno mismo y en los demás. No hay que tener miedo a la
rebelión comprometida.
Muchos
son los campos contra los que hay que protestar y actuar: una sociedad montada
sobre la superficialidad, el utilitarismo, el consumismo, el aburguesamiento,
la hipocresía, los intereses, la manipulación, la incultura, la ambición de
poder…
Los
jóvenes protestan porque la luz de sus ilusiones y proyectos se va apagando con
el contaminado aire de los autosuficientes, de los cómodos e instalados
intereses egoístas.
La
verdadera protesta es una alternativa. Una denuncia e interrogante de la
profunda crisis de nuestra civilización.
Los
profundos cambios no son sólo frutos de ideas geniales, sino de vivencias. Es
necesario vivir día a día lo que se cree. Ser protesta viviente con un claro
objetivo: la fraternidad universal.
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