domingo, 17 de febrero de 2013

DESIERTO


Hoy, amigo caminante, vamos a dejar la autopista, la autovía, las carreteras, el camino y por el sendero personal nos dirigimos a nuestro desierto. Es verdad que hoy en día parece una contradicción que, desde la mentalidad global, social y desde las nuevas tecnologías, las redes sociales, invitar a ir al desierto… como que no pega.
Y es que nos olvidamos de que nuestro desierto personal es cuando somos nosotros mismos. En el desierto sólo estás tú y tus cosas. En el desierto siempre tienes un sitio: el tuyo. En el desierto estás tú y el horizonte… Pero también hay silencio para que te escuches y palpes tu realidad. Vamos, que es como una prueba.
En el desierto ¿sabes? Hay mucha vida. Sobre todo se encuentra lo nuevo y lo sorprendente de tu vida. Tienes que escuchar, mejor, escucharte pero desde el corazón porque escuchar es una forma de amar.
Amamos cuando distribuimos alegría, comprensión, tolerancia, perdón… Cuando sembramos palabras de ánimo, de esperanza, de gratitud. Cuando ofrecemos nuestro tiempo, nuestro trabajo, nuestros proyectos, nuestra compañía… Es bonito dar pero más todavía es: darse.
La ayuda material es relativamente fácil pero la moral, la espiritual, es más difícil. Se necesita en primer lugar, vivenciarlas.
Para ayudar a los demás a caminar tenemos que saber el camino. Para ayudar a levantarse a quien ha caído, tenemos que estar nosotros de pie.
Cuando cruzamos el desierto de nuestra vida en el camino diario, salimos diferentes y todo lo vemos diferente. Ya sólo cuenta lo esencial.

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