Cuando una persona nos resulta poco agradable y nos
parece poco sincera decimos: “Tiene doble cara” y en todo lo que nos rodea, vivencialmente, vamos encontrando también la doble cara. Así por
ejemplo:
El paro.
El paro no es
simplemente no tener trabajo. Afecta al individuo y a todo su entorno. El paro
deshumaniza, desestabiliza y no olvidemos que la persona es capaz de pensar,
crear… y aquí radica su dignidad. Tal vez para “matar” el tiempo llega el
alcohol y destroza aún más a las personas y el ambiente familiar. Tal vez
escasea el pan y también el “pan” del diálogo, la comprensión, la mutua ayuda…
el encuentro.
En
nuestro caminar encontramos grupos que amigablemente charlan, fuman, alguien
está cabizbajo, pensativo… sin trabajo. Sus rostros lo dicen todo. ¿Quién se
hace responsable de esta situación?
El trabajo.
¡Hemos
encontrado trabajo! Sus caras, sus gestos, sus palabras, sus ojos un tanto
humedecidos por la alegría… su mensaje está claro: Hemos encontrado trabajo. Es
verdad que, hoy por hoy, desgraciadamente pocas alegrías nos brinda nuestra
sociedad.
¿Por
qué? Este es el grito, la pregunta que a todos nos debe cuestionar. No es el
grito de una persona, ojalá; es el grito de toda la Humanidad. Vivimos en un
mundo globalizado, en una sociedad tan tecnificada donde hay personas privadas
del pan de cada día, de sus ilusiones y proyectos… y todos nos tenemos que
preguntar: ¿Por qué?
La
actividad humana es el dinamismo que el hombre no puede dejar de hacer porque
es su vida. El trabajo nos ayuda a un conocimiento personal y a una
colaboración con los demás. En definitiva, nos dignifica a todos.
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