En nuestro caminar de cada día
nos vamos encontrando con personas de todo rango. Pero en el fondo toda persona
pide ser escuchada y acogida. Ojalá sepamos pararnos y (escucharlo) y dialogar
porque todo encuentro humaniza. La escucha es el sí que respeta la existencia
del otro.
Qué bonito es cuando alguien, el otro, nos ha
permitido entrar en su vida. Una vida sencilla, humilde y sincera. Una vida de encuentro, de escucha y de
atención. Una vida sin prisas. Y es que todos nos necesitamos. Los fuertes
necesitan a los débiles, los valientes a los cobardes… Y en esta relación de
ayuda todos salimos favorecidos porque en el ser humano hay un fuerte deseo de tener amigos y de
vivir relaciones auténticas.
En
nuestras ciudades, de vez en cuando, oímos el intermitente sonido de la
ambulancia y pensamos que alguien necesita ayuda. Otras veces, la mayoría,
vamos viendo esa necesidad del otro a la vera del camino, en nuestra acera y cabizbajo a su lado un letrero “Por favor una ayuda”.
Cuando de verdad yo ayudo al otro estoy descubriendo en mí mis limitaciones.
Creer
no es haber descubierto la confianza y quedarnos luego tan tranquilos, es
cuando hemos descubierto al otro y nos olvidamos de nuestro yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario