Hay una frase que
siempre he sentido una debilidad por ella: Creer es comprometerse.
La liturgia es el gran pedagogo
que nos ayuda a descubrir el valor del culto. Quizás cuando hablamos del tiempo
litúrgico de Cuaresma, la mente se nos va al tema de los sacrificios,
renuncias, ayunos, conversión…
Lo que debemos hacer es seguir a Jesús de Nazaret y nada mejor que acompañarlo camino del desierto
para entrar en el silencio y en la oración.
En el desierto todo es distinto.
El desierto nos invita a entrar en nuestro interior y a dialogar con nosotros
mismos. Nos lleva a pensar de una forma nueva y a vivir un estilo de vida
comprometido, es decir, sin perder el contacto con la realidad de cada día.
Los acontecimientos del mundo
suscitan en nosotros muchas preguntas. El porqué de las guerras, los
secuestros, los atentados, el hambre, toda clase de violencia… ¿Por qué? Y nos
olvidamos de que nuestros males tienen su profunda raíz en el corazón del
hombre.
Hoy, desgraciadamente, hay
muchas personas que pasan hambre, son marginadas… Hoy Cristo sigue muriendo en
los niños que no los dejan nacer, en los emigrantes que se quedan por el camino
en su arriesgada aventura, en los ancianos/as que terminan sus días en la soledad.
Cristo sigue muriendo cuando el
vínculo del amor, por las circunstancias que sean, se ha roto. La vida es un
don y la vocación es proyecto y misión. La vida es compromiso y creer es
comprometerse.
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