La vida, nuestra vida es un presente, un
presente real y nos invita a vivirlo a tope, es decir, incondicionalmente. Tal
vez, amigo caminante, añoramos tiempos pasados, es normal, o soñamos con los
futuros. Y así vamos dejando pasar el presente y más triste aún sería si nos
aferramos a él.
Necesitamos vivir con
intensidad cada momento de la vida. Ojalá que nunca caigamos en la monotonía.
Aquí se pierden muchos valores: La creatividad, el espíritu crítico, las ganas
de vivir, el entusiasmo…
Por
otra parte el sacrificio, la austeridad ya no se consideran una virtud.
Triunfan la comodidad y la apariencia. Pero esto no quita para que sigamos
empeñados en reflejar externamente todo nuestro interior. Es importante salir
de uno mismo y estar con los demás. Conocer, sentir sus problemas e
inquietudes. El presente se convierte así en un reto.
Nuestro
hoy. Qué decir del fenómeno migratorio y su influencia en las personas mismas,
en la familia y en la sociedad. El sacrificio y la lucha continua por la
subsistencia. La falta de trabajo, horas no remuneradas, todo esto repercute en
la convivencia familiar y social.
Hay
que saber leer o mejor, discernir los signos de los tiempos, observar, analizar
los riesgos que deshumanizan nuestra convivencia y devalúan la dignidad de la
persona. Son muchos los retos que día a día encontramos pero hay que saber
superarlos.
La persona y su grandeza, su dignidad nadie
puede quitársela. Toda auténtica vida es encuentro-convivencia.
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