Siendo
sinceros y reconociendo nuestras limitaciones, tenemos que saber aceptar que
nuestra vida está hecha de pequeños gestos. Todo gesto por pequeño que sea,
contribuye a un bien común.
¡Cuántas veces dejamos pasar ese
pequeño gesto y quizás algo empieza a morir! Es como una planta que necesita
ser atendida, regada a su tiempo y si nos olvidamos, sus hojas empiezan a
ponerse amarillentas, se arrugan, se van cayendo… y se muere.
Bien podemos decir
que todos somos jardineros. Cuidemos las plantas, los pequeños gestos. No hace
falta buscar gestos raros. Ahí están en el quehacer de cada día: una caricia,
una sonrisa, un mensaje, un abrazo, un apretón de manos… un educado y
sentido gracias.
Aunque alcanza cierta contradicción
puesto que hoy en día casi la palabra “gracias” no tiene sentido porque con las
nuevas tecnologías predominan otros términos de interés: poder, dinero,
competitividad… Todo esto no quita para que un generoso gracias sea el fiel
reflejo de un corazón agradecido.
Gestos cotidianos que están al
alcance de todos y que van dando sentido a la vida misma. Existen gestos que
delatan nuestros sentimientos, otros reflejan claramente nerviosismo… Es verdad
que hay que tener presente que no existen gestos universales, cada cultura
tiene los propios, su idiosincrasia.
Amigo caminante, tengamos algún
gesto con quienes nos encontremos en el caminar de la jornada.
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