domingo, 8 de mayo de 2016

LA SONRISA NO MUERE

La auténtica sonrisa es como el amor expresado en el servicio, no conoce la muerte.
Han pasado muchos años y casi nunca ha faltado a la cita. Se coloca en el chaflán de las dos céntricas calles, paso obligado para mucha gente. Al pasar hacemos una breve parada y lo saludamos, al mismo tiempo que compramos el cupón.
        
Para todos tiene alguna palabra de ánimo y nos distingue rápidamente. Al efectuar el pago en su abierta mano que, con serena paciencia espera, unas sonrientes gracias salen de sus labios, perdón, algo más profundo: salen de su corazón.
        
Un interrogante me ha quedado viendo a mi amigo Juan vendiendo cupones. Un día me sorprendió porque lo observé cómo, cuidadosamente, limpiaba sus gafas. “Si es ciego, pensé, ¿para qué limpia las gafas”?. Luego, se las puso, sonrió y su rostro trasmitía una gran satisfacción.
         Ese día pasé y no le dije nada. No quise profanar su “mirada” su sonrisa y su mensaje silencioso; porque a veces, el silencio también habla. Mi amigo Juan  lleva a cabo algo muy importante en toda relación humana: la comunicación.
         Nosotros, los que decimos ver, vamos de prisa a todas partes. Cuántas veces nos pasa que no sabemos ni el nombre de la calle por donde estamos transitando. Y tal vez hemos tropezamos con un ciego. El mundo de Juan  es un mundo lleno de dignidad, sentido y admiración. Un mundo que nos ayuda a ver y valorar desde otra perspectiva más profunda.  

        Juan  nos da la gran lección desde su cátedra en la calle porque la sonrisa y la amabilidad no mueren, son como el amor. Tendremos que empezar a ver con los ojos del ciego ya que “lo esencial es invisible a los ojos” Gracias, amigo.  

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