domingo, 4 de septiembre de 2016

EL DIÁLOGO

Solemos encontrar en algún libro o en un artículo, que la persona es un valor fundamental y con dignidad propia. Dígase lo mismo del diálogo. El diálogo surge de la pregunta y de la respuesta; es, por lo tanto, información.
        
El diálogo debe ser sincero, abierto, responsable, exigente. El verdadero diálogo nos lleva a descubrir el tú y a un posible entendimiento. Abre el camino hacia una empatía responsable.

 Pero ¿cómo actuar cuando el otro, la otra persona, no responde? En el rutinario encuentro solemos decir: Buenos días, buenas tardes… el otro no contesta. Le decimos gracias y él ni nos mira. Silencio. Reflexionas y te preguntas. “¿Por qué tendrá este carácter?” Luego tomas decisiones por tu cuenta, respetas su libertad; te sientes libre y por lo tanto…responsable.
        Quizás aquí entra el tema de la sinceridad. ¿Somos sinceros con nosotros mismos? La sinceridad es un elemento importante para el conocimiento personal e interrelacional. La sinceridad exige fidelidad y al mismo tiempo diálogo, comunicación y amor a la verdad.
         Cuando no hay diálogo, sinceridad, coherencia, fidelidad y continuidad, estamos abocados al fracaso. Amigo/a caminante, es que el diálogo y la sinceridad nos cuestan un elevado precio: humildad, capacidad de comunicación y aceptación de posibles errores.

       El diálogo es respeto, la comunicación es siempre un reto para todos porque incide, queramos o no, en nuestro comportamiento de cada día. Los conflictos en la relación son el reflejo de una madurez deficiente, pero ojalá que nunca falte el verdadero diálogo en la búsqueda de la verdad.   

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