Solemos
encontrar en algún libro o en un artículo, que la persona es un valor
fundamental y con dignidad propia. Dígase lo mismo del diálogo. El diálogo
surge de la pregunta y de la respuesta; es, por lo tanto, información.
El diálogo
debe ser sincero, abierto, responsable, exigente. El verdadero diálogo nos
lleva a descubrir el tú y a un posible entendimiento. Abre el camino hacia una
empatía responsable.
Pero ¿cómo actuar cuando el
otro, la otra persona, no responde? En el rutinario encuentro solemos decir: Buenos
días, buenas tardes… el otro no contesta. Le decimos gracias y él ni nos mira.
Silencio. Reflexionas y te preguntas. “¿Por qué tendrá este carácter?” Luego
tomas decisiones por tu cuenta, respetas su libertad; te sientes libre y por lo
tanto…responsable.
Quizás aquí entra el tema de la
sinceridad. ¿Somos sinceros con nosotros mismos? La sinceridad es un elemento
importante para el conocimiento personal e interrelacional. La sinceridad exige
fidelidad y al mismo tiempo diálogo, comunicación y amor a la verdad.
Cuando no hay diálogo, sinceridad,
coherencia, fidelidad y continuidad, estamos abocados al fracaso. Amigo/a
caminante, es que el diálogo y la sinceridad nos cuestan un elevado precio:
humildad, capacidad de comunicación y aceptación de posibles errores.
El diálogo es respeto, la comunicación
es siempre un reto para todos porque incide, queramos o no, en nuestro
comportamiento de cada día. Los conflictos en la relación son el reflejo de una
madurez deficiente, pero ojalá que nunca falte el verdadero diálogo en la
búsqueda de la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario