Cuando
una persona no es sincera y falta a la verdad, decimos que es un mentiroso.
Faltar a la palabra dada es caminar fuera de la verdad, con la verdad nos
comunicamos. La mentira, en el fondo, esclaviza.
Cuando mentimos a los demás, nos
estamos mintiendo a nosotros mismos. Y es que la fidelidad es una ruta
indispensable para que se mantenga un diálogo. Para vivir en y desde la verdad.
No somos
fieles, cuando por los motivos que fuere, estamos fuera de la verdad. Quizás
hemos caído en un ritmo de programación no correcto, e incluso en una conducta
estereotipada.
Donde no hay libertad y creatividad, no se puede hablar de fidelidad.
La fidelidad lleva a la comunicación, al encuentro y a la vivencia
interpersonal. La fidelidad rechaza de lleno el inmovilismo porque empobrece la
creatividad de la persona.
Desde la fidelidad parten los proyectos
y el impulso para la acción y el progreso personal y social. La persona fiel es
digna de confianza porque sabe elegir su estilo de vida, sabe vivir y se
mantiene fiel a la palabra dada. La fidelidad, hoy en día, adquiere un gran
valor cuando se vive en grupo porque nos solidariza.
Amigo/a caminante: creo en ti.
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