Los
acontecimientos, directa o indirectamente, rompen estructuras y unen a las
personas. Cuando en los medios de comunicación escuchamos, vemos y leemos lo
que acontece en la vida de los humanos; consciente o inconscientemente,
emitimos respuestas personales.
Es verdad que, a veces, no analizamos
los hechos conscientes y responsablemente. Creando así espacios vacíos en la
interacción humana. Quizás los hechos, los acontecimientos deben llevar una
mayor carga de lo humano. Por ejemplo: sinceridad, sencillez, empatía… y el
diálogo y el encuentro son enriquecidos.
Van desapareciendo
toda clase de fronteras (siempre hay excepciones) y se empieza a hablar un
mismo lenguaje: el de la solidaridad y el perdón. Y luego también nacerá el de
la paz.
Nos preguntamos: ¿Por qué existe tanta violencia? Como que nunca se
termina. Fuera los intereses y que predominen: el perdón, la sencillez, el
respeto y la sinceridad. El perdón nos
hace ver las situaciones diferentemente y se da no sólo el acercamiento, sino
el encuentro. Quien perdona: comprende, dialoga, ayuda… en definitiva: ama.
Cuando el lenguaje del perdón ya no es
habitual en las personas, los ideales comienzan a chocar, surgen senderos y van
desapareciendo los caminos, los encuentros y la convivencia se va muriendo.
Saber perdonar es colocarse al lado del
otro y caminar juntos. Quien perdona sabe valorar y comprender a los demás.
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