Nuestros
jóvenes están ahí con sus protestas y rebeldías. Su forma de ser distinta
porque quieren una sociedad diferente. Más solidaria, menos egoísta…
Creemos en el joven que valientemente
desenmascara la hipocresía, la corrupción, la posesión del tener por el tener.
Creemos también en el joven que se prepara para un proyecto personal. Creemos
en esos jóvenes que reconocen y aceptan sus limitaciones, su pobreza, sus
errores… pero siguen mirando hacia el futuro.
Es cierto
que también se da en ellos una sana ambición, pero reconocen su débil
constancia. De aquí que caigan en cierto aburrimiento y la facilidad a
emprender caminos de evasión.
Y ahí están. Viven por vivir simplemente. ¿Qué jóvenes tenemos? ¿Vacíos?
¿Pero vacíos de qué? O tal vez ¿están llenos? ¿de qué? Otros son tan pobres que
están llenos de sí, sin un espacio libre para la acogida-encuentro.
Tal vez están llenos (¿de qué?) pero
vacíos de todo valor. “Los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen”
Alfonso X el Sabio. En general se mueven más bien por vivencias, o mejor, por
experiencias inmediatas.
Todos, creo, estamos envueltos y
contagiados por el virus llamado inmediatismo. Ojalá que un día podamos hablar
de un proyecto común, de una seria y profunda formación cultural.
Sin ideales, sin ilusiones, sin proyectos, no se puede emprender
actividad alguna con visión de futuro. Y sin embargo sigo creyendo en los
jóvenes.
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