Nos
toca vivir de prisa y normalmente en medio de los ruidos. Son éstos, uno de los
obstáculos en la relación-comunicación.
Nuestra sociedad tecnificada y, no
menos consumista, nos roba una buena parte de la intimidad personal. De aquí
que vaciados de la intimidad, nuestra comunicación, a veces, se queda en las
estructuras.
Si nos aferramos a unos modos de
conducta, llamados estereotipados, no podemos encontrarnos con los demás. No
nos estamos refiriendo al ruido exterior, sino del ruido que hemos dejado
incubar en nuestro interior y que nos impide hacer silencio.
Un silencio
exterior e interior. La persona que no sabe hacer silencio en su interior está
manteniéndose desde afuera. Por lo tanto, su interioridad es falsa. Hemos
salido de nuestra casa.
El silencio no lo debemos buscar como una forma de evasión de nuestras
responsabilidades. El silencio es algo más que el simple “no hablar”. El
silencio nos ayuda a ser personas, pues todo está manipulado, politizado y
predomina el egoísmo.
Si renunciamos a comunicarnos, nos
empobrecemos…Es fácil respetar lo que se ignora, pero no sucede lo mismo con lo
que altera nuestro comportamiento. Comunicarse es creer en el otro, es amor.
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