Si hacemos un alto en el caminar de cada día, descubrimos tantas
facetas de nuestra vida que habíamos iniciado y no todas las hemos terminado.
Quizás por cansancio, porque nos robaban el tiempo otras facetas que vamos encontrando
cada día. Son tantas las noticias y los acontecimientos que nos llegan que, si
no nos percatamos, nos roban el silencio, la reflexión y nuestros momentos
personales.
Si no estamos atentos, nos roban también la serenidad, la
convivencia, el equilibrio y esos momentos tan personales que todos ciertamente
necesitamos. En una jornada de trabajo si es competición, se pierde la
sencillez, el diálogo… Y es que hemos caído en el tener y quizás hemos perdido
el ser.
El tener crea divisiones, construye barreras… el lenguaje es
mercantil, competitivo. No perdamos los caminos de la sencillez, el encuentro,
la empatía… dejemos a un lado la competitividad… ésta crea divisiones,
obstáculos… y ya todo se ve diferente.
La sencillez convoca y
reúne a las personas porque se apoyan en las acciones de cada día. En los
encuentros, en el diálogo y la sana convivencia. La sencillez rompe a menudo,
nuestros esquemas un tanto cómodos e interesados. La sencillez actúa en y desde
el silencio.
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