Es cierto que como personas tenemos
nuestras limitaciones. Pero, siendo sinceros, hay que decir que muchas veces las limitaciones
las creamos nosotros mismos.
De todos modos las personas se encuentran
en la sencillez, en la sinceridad y en la verdad. Porque amar la verdad es
conocerse a uno mismo y saber lo que se quiere.
Amar la verdad es no engañarse a sí mismo
ni a los demás. La sana convivencia y la verdad nos llevan al encuentro que da
vida. La mentira, por el contrario, es como el egoísmo, aísla, margina… en
definitiva, conduce a la muerte.
Pero el amor es exigente, pide fidelidad.
Una de las heridas de hoy en día que va quedando sin cicatrizar en nuestra
persona, familia y sociedad es: la infidelidad.
Faltar a la palabra dada es caminar fuera
de la verdad ya que ésta (la fidelidad) sobrepasa la palabra. La verdad llena
en plenitud a la persona, la verdad lo envuelve todo. Nos libera de toda
confusión y esclavitud, con y en la verdad nos comunicamos en un clima de
libertad y corresponsabilidad.
Por el contrario la mentira esclaviza.
En el fondo no estamos amando ya que amar
exige perdón, diálogo, respeto, libertad y, en definitiva, Fidelidad.
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