Hola, es quizás el saludo que con
más frecuencia compartimos con los demás. ¿Quién no dice: ¡Hola! Y lo acompaña
con una sonrisa? Luego seguimos nuestro camino.
Es
verdad también que, a veces, es una excusa para no dialogar con alguien que no
goza de nuestra simpatía.
Hace
poco, estaba esperando al autobús, se puso a mi lado una persona que, a juzgar
por su aspecto exterior, necesitaba una ayuda para poder sacar el billete e
irse a casa. Más aún, un tanto cabizbajo contaba el dinerillo…
Lo
miré y le dije ¡Hola! Levantando la cabeza y con mirada un tanto cansada me
contestó también con un ¡Hola! Y una ligera sonrisa.
Luego
le ofrecí una moneda, pensando que así podría completar el coste del billete e
irse a su casa. Me dio las gracias. Pero cuál fue mi sorpresa que abriendo una
bolsa de plástico me hizo un regalo “recuerdo” de la Ciudad. Ahora cada vez que
veo su regalo pienso cómo es verdad aquello de que: “Haz el bien y no mires a
quien”.
En
seguida llegó el autobús. Subimos y nos sentamos el uno junto al otro. Seguimos
charlando… un poco de todo. Yo llegué antes que él a mi destino, me despedí
deseándole todo lo mejor y él me dijo, con una profunda sonrisa: Igualmente.
Fui
caminando hacia mi casa pensando: “Cuánto valor tiene un simple ¡Hola!
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