A veces malgastamos buena parte
de nuestro tiempo intentando alcanzar la felicidad a través de reconocimientos:
sociales, profesionales, bienes materiales…
La
felicidad se consigue si se tiene paz interior y para ello tenemos que
conocernos nosotros mismos, esto es, conocernos por dentro.
Hay
que buscar y valorar más lo que somos que lo que tenemos. Hay que abrir las
puertas de nuestro corazón, renunciando al egoísmo.
De
esta forma sí que podemos y debemos valorarnos y valorar a los demás como
personas. Hoy en día constatamos que se han ido abandonando valores en la
persona, en la familia, en la sociedad. ¿Estamos perdiendo lo esencial?
El prestigio
hoy se mide por la cuenta bancaria y por la imagen social. El valor de la
persona, por el contrario, se mide por su entrega, por su solidaridad y riqueza
interior.
Nos tenemos que
acostumbrar a ir avanzando en el camino de la vida diaria. En el camino de cada
día encontramos un poco de todo: luces y sombras, victorias y derrotas,
proyectos y fracasos.
Cuando las
cosas se van realizando, cuando todo nos sonríe… es fácil tener ánimos. La
verdadera valentía se demuestra en las dificultades, en las derrotas…
Pero lo
importante es levantarse y seguir caminando, a pesar de los fracasos. La
verdadera valentía no está tanto en superar las pruebas que nos llegan cada
día, sino en que nos conozcamos más y mejor por dentro.
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