Ante una saciedad como la nuestra
que todo nos lo presenta bajo el aspecto del consumo, tenemos que poner en
acción una voluntad firme y sincera para pronunciar un rotundo: No.
No
al consumir por consumir, no al alcohol y a todo aquello que nos roba la
libertad, la dignidad y nos impide crecer como personas. No a toda clase de
corrupción. No a los secuestros, guerras, extorsiones, muertes...
¿Por
qué un no?
Porque
todos somos iguales, tenemos los mismos derechos y obligaciones. Porque todos
somos personas. Porque no debe existir:
Norte – Sur, porque todos tenemos la misma Casa: nuestra madre tierra. En
definitiva, somos personas itinerantes que caminamos hacia una meta común.
Cada
día, cuando salimos a la calle o desde nuestra ventana contemplamos a las
personas que van y vienen, que caminan como sonámbulas… ¿Dónde van, qué
buscan…? Se han convertido en seres impersonales, seres anónimos. Casi que ya no nos conocemos, somos objetos
(ojalá que no) ambulantes.
Nunca
perdamos las ilusiones, el diálogo la comunicación, el encuentro. En
definitiva, sepamos decir no a todo cuanto nos manipula e impide decir sí.
El
sí de la vida, el sí del encuentro. El sí del perdón, el sí de la amistad y el
Sí del amor.
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