Cuando nos esforzamos por
aprender y vamos creciendo integralmente, nos resulta más fácil ser más
humanos, más comprensivos reforzando nuestra solidaridad y convivencia.
La
persona necesita comunicarse, relacionarse pero sobre todo, necesita:
encontrarse.
Hoy
en día, en la era de las comunicaciones, vivimos muy tecnificados. Se trabaja
mucho con las manos, hacemos planes, se presentan proyectos, se organizan actos
y congresos de todo tipo. Pero es necesario trabajar más y sentir con y desde
el corazón.
Es
verdad que encontramos personas volcadas en obras de caridad y son muy activas
pero casi todo se queda en la superficie. Necesitamos nuestro espacio para la
reflexión que nos ayude a humanizar más nuestra vida. La familia, los vecinos,
los amigos… se merecen momentos de encuentro.
Seamos
personas diligentes, creativas y luchemos contra la rutina. La rutina va
minando la creatividad, las ilusiones, la esperanza y luego viene el abandono,
el vacío y todo empieza a derrumbarse.
Seamos
personas activas, siempre abiertas a un aprendizaje continuo. La vida no debe
ser nunca aburrida, la hacemos nosotros. Dejemos a un lado la monotonía y
vivamos intensamente la novedad de cada día.
El
trabajo dignifica a la persona. A veces la ley del mínimo esfuerzo se instala
en nuestra vida: en el aspecto laboral, en la familia, en la cultura misma. La
persona perezosa no es que no haga nada, es que comienza muchas cosas pero no
concluye ninguna. ¿Cómo superar la cultura de la pereza? Valorando el
significado del trabajo.
Hoy,
tú y yo; todos seguro que tenemos algo nuevo que aprender.
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