Es verdad, amigo caminante, a
veces somos tan egoístas que dejamos a un lado al otro. Simplemente lo
ignoramos y pasamos de largo.
La
cosa es que pensamos cambiar el mundo porque lo que tenemos no sólo no nos
gusta, sino que no nos sirve. Es decir, que no nos hace felices.
Hablando
con unos y con otros, advertimos que todos estamos muy ocupados en nuestras
cosas. ¡Vamos tan deprisa! No recuerdo donde leí que: “Muy ocupados en no hacer
nada” Y es que si nos paramos a reflexionar, constatamos que es cierto. Muy
ocupados.
Pensándolo
bien, digo yo, ¿No será que nos dejamos llevar por eso que se llama
competitividad? Si es cierto, claro que no hay espacio para el otro. Caminamos
y caminamos pero no nos ayudamos. Es verdad que no somos enemigos pero tampoco
nos preguntamos: ¿Qué puedo yo hacer por el otro, qué le ofrezco para que
seamos felices?
Debemos
saber disfrutar, o mejor, maravillarnos de las cosas pequeñas, de todo aquello
que nos llega cada día. Un encuentro, un detalle, una mirada, una sonrisa, un
mensaje, una llamada… Todo lo que nos dice que el otro está ahí; y sin pasar de
largo.
Y
entonces, sí que hay un espacio para él, para todos en el camino de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario