Hubo un tiempo que
nos conocimos, éramos amigos… Luego llegó la distancia, el silencio y todo
quedó en el olvido. Hasta que un día, no muy lejano, nos volvimos a encontrar.
Cruzamos nuestras miradas… y por unos instantes dudamos de quién éramos. Luego
sonreímos y nos saludamos.
Para mí fue muy bonito volvernos
a ver y en ese instante, como que no había pasado el tiempo, sólo existía el
presente. Los recuerdos pasados se hicieron presentes. Quise decirte muchas
cosas pero no pude. Solamente mirarte. Llegaban tantas cosas a mi mente que me
sentía totalmente bloqueado.
Luego fui despertando de ese
“sueño” y, poco a poco, se iban intercalando en mi mente los recuerdos y el
momento presente cada vez se hacía más intenso.
Charlamos, sonreímos… hicimos
silencio. A veces simplemente cruzábamos nuestras miradas mientras seguíamos
caminando. Hasta el día nos acompañaba. El sol, la naturaleza, el canto de las
aves… El olor de las plantas y las flores… ¡¡Era primavera!!
Siempre he oído que la verdadera
amistad no se pierde, es como una semilla que está ahí escondida, en el
silencio, enterrada bajo tierra. Pero que, a su tiempo, nace y vuelve a ser lo
que antes era.
Gracias, amigo, por haberte de
nuevo encontrado y perdóname pues en algún momento dudé de ti, de tu amistad…
Hoy es un día diferente para ti y para mí, para todas aquellas personas que
como tú y yo se reencuentran.
Gracias, amigo.
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