Uno de los elementos esenciales del ser
humano es la libertad. Y uno de los términos de nuestro lenguaje que más usamos
es precisamente el de la libertad. Es, podríamos decir, la palabra mágica.
Cualquier movimiento que surge en nuestra sociedad lleva el término: libertad.
Y quizás con un cariz más fuerte cuando hablamos de una acción revolucionaria.
Toda
persona aspira a sentirse libre. Quizás es aquí donde no pensamos las
consecuencias que implica la libertad para la persona. Y el primer problema es
saber hacer buen uso de la misma. Porque ser libre implica ser responsable. Somos libres pero tenemos que hacernos
libres-responsables.
Y
es aquí cuando tenemos que ser personas inteligentes y seguir el proyecto o
proyectos mirando siempre adelante. Sería un error volver la mirada atrás y
caer en la rutina.
Amigo/a
caminante, nos preguntamos: ¿Qué concepto tenemos hoy de libertad? Hoy queremos
ver los resultados de nuestros esfuerzos de un modo inmediato para disfrutar
ya. Y resulta que estos disfrutes se pierden aquí y ahora. Por lo tanto, la
libertad se convierte en fin de sí misma.
Por
eso tenemos que buscar el auténtico valor de nuestro existir, es decir, la
trascendencia. Porque, en el fondo, la libertad es un don. Recorramos el camino
sí, pero sin olvidar los valores que nos pide nuestra existencia, nuestra
vocación como personas.
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