Amigo, ¿No te parece que hoy vivimos muy de
prisa y me atrevo a decir: estresados? Antes, y no me considero tan mayor, se
vivía con más ilusiones, era como más bello soñar. Ahora no tenemos tiempo ni
para soñar. Antes se valoraban más los encuentros en familia, cualquier
acontecimiento servía para reunirnos. Ahora qué difícil es reunirnos toda la
familia.
Ahora
se valora más a quien es capaz de llevar tareas diversas y realizarlas en el
menor tiempo posible. Vivimos acelerados, queremos obtener los frutos sin
apenas esforzarnos. Eso sí, y al instante. Es verdad que debemos ser personas
dinámicas, creativas, itinerantes… vamos, incansables. Pero en el caminar de
nuestra vida tenemos que saber parar, reflexionar, discernir… en fin, saber si
vamos en una dirección correcta.
Hay
que buscar soluciones para regenerar un mundo globalizado y agitado con la ambición de poder. Eliminar las injusticias y
la corrupción. Nadie debe (debemos) permanecer pasivamente ante algo que nos
afecta a todos: Buscar y dar un sentido a la vida. El sentido de la vida lo
tenemos que buscar en el ser, en la vivencia y no apoyarnos tanto en el tener.
Somos
conscientes de que se van dando pasos agigantados en el mundo de las nuevas
tecnologías, pero ¿Hacia dónde avanzamos? ¿Sabemos aprovechar, hacer buen uso
de estos medios para conseguir un mundo más humano? Progresamos en las
tecnologías pero ¿Progresamos en la respuesta humana? Es decir, las nuevas
tecnologías deben estar al servicio de las personas y entonces sí que podemos
hablar de vivencias personales.
Nos
quedamos con el dicho: “Dime con quién andas…”
Dime cómo te comunicas…”
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