La sinceridad es uno de los
grandes retos que tenemos en nuestra vida, pues nos exige fidelidad al proyecto
personal. En el fondo, a la misma verdad. La sinceridad implica autenticidad y
coherencia existencial.
La
sinceridad nos tiene que llevar a formular un lenguaje hecho testimonio,
impidiendo así el predominio de autonomía donde su autoridad es el yo. De este
modo triunfa el individualismo.
Hoy
en día, en una sociedad pluralista, herederos de una cultura que cada vez se
presenta más dividida, creo, nos encaminamos hacia un mañana sin conexión
intergeneracional. Hay un cierto rechazo a las instituciones y sin embargo
debemos saber caminar e interpretar juntos los signos de los tiempos.
Hoy se hace imprescindible compartir tareas
y proyectos. En el caminar de cada día, a veces, nos sentimos cansados. Por eso
necesitamos compartir proyectos, ilusiones y fracasos. Tarea nada fácil pero
necesaria.
La
sinceridad es fidelidad a la verdad y ésta se la debemos a todos. La sinceridad
nos cuesta un elevado precio a todos: Humildad, aceptación y capacidad de
comunicación de los errores.
La
sinceridad exige también fidelidad y valentía. Es valiente quien sabe correr
riesgos, quien no se calla ante cualquier injusticia. Son las personas sinceras
y comprometidas las que hacen la historia, las que buscan la verdad, la
liberación personal y colectiva.
La
sinceridad merece estar no sólo en la mente y en los proyectos de todos, sino
en el corazón y en la vida. Amigo/a caminante, la sinceridad sigue siendo un
reto hoy lo mismo que ayer. Siempre.
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