domingo, 3 de julio de 2016

LA FIESTA

Cuando tenemos un acontecimiento que rompe la monotonía diaria, lo celebramos. Es una fiesta. Por ejemplo: Un cumpleaños, la fiesta del barrio, del pueblo, un acontecimiento deportivo… Son momentos en los que las personas se reúnen para festejarlo.
         La fiesta es un encuentro. Las preocupaciones quedan un tanto en el olvido, el trabajo (ojalá) aparcado, la convivencia adquiere un ritmo elevado y satisfactorio. Siempre se necesita del descanso y la fiesta para oxigenarnos del ambiente diario.
        
Necesitamos de esos suaves, alegres y frescos aires festivos para contrarrestar el cansino ritmo de cada día.
        
La fiesta rompe la “esclavitud” de los horarios, dando rienda suelta a la creatividad humana. Rompe también toda conducta estereotipada, dando paso a la creatividad. Si falta la sana diversión en las familias, en el barrio, con los amigos… etc. Algo empieza a morir.
La sana celebración (la verdadera fiesta) no conoce fronteras. La actitud festiva se encuentra en toda cultura. Es verdad que se dan “falsas fiestas” cuando todo se queda en un folklore externo y, a veces, con un cierto olor de aire politizado e interesado.
Surgen así las divisiones y la fiesta… ya no es lo que tiene que ser, en lugar de aglutinar a las personas, las dispersas. Se pierde el matiz propio del lugar festivo.
         La fiesta relaja, simplifica y solidariza a las personas. En el fondo, es la celebración de la libertad.


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