La
persona quiere (queremos) conocer, saber, disfrutar… Es verdad como que casi
nunca nos conformamos con lo que tenemos o vamos consiguiendo. Y esto a simple
vista está bien. Pero, siempre debemos ir descubriendo algo nuevo.
Lo
importante es no perdernos en lo superficial e ir a lo esencial. Y algo que nos
cuesta es: El conocernos a nosotros mismos.
Quizás tengamos que empezar por amarnos a nosotros mismos. El amarse a
sí mismo implica valorarse y que sólo tú tienes que recorrer tu propio camino
de la vida. Esta es la gran lección (de la vida) personal y que servirá para
ayudar a que otros hagan su aprendizaje.
Si tú te valoras y aprecias, respetarás
a que otros crezcan y se valoren. Sólo se puede dar lo que uno posee. El
conocerse exige aceptarse. El verdadero valor de la persona se da cuando somos
capaces de preguntarnos: ¿Quién soy yo? La persona debe estar siempre en una
búsqueda continua del sentido de la vida y de un progresivo conocimiento de sí
mismo.
De aquí que la primera actitud es la de
interrogarnos, cuestionarnos. Si la persona no se interroga, no se conoce, no
se relaciona; se está olvidando de que todo proceso implica un conocimiento y
una relación.
La gran tarea de la persona es la de
encontrar su propia identidad. Es decir, responder a la pregunta: ¿Me conozco? La
relación, la comunicación es un proceso de conocerse, es ser yo mismo.
Necesitamos conocernos para aceptarnos y amarnos.
Vivir es relacionarse, pero para ello: CONOCERSE.
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