Nuestra
sociedad, creo, no llega a descubrir el valor profundo de la familia. Es verdad
que la familia siempre está ahí. La familia es un punto de referencia.
En la sociedad encontramos un poco de
todo, pero la familia es la célula básica de la sociedad. Por eso nos
preguntamos: ¿Qué sociedad queremos? No debemos olvidar la otra cara, la que
nos presentan los medios de comunicación. Tengamos presente que sólo se
construye desde lo positivo. Por eso decimos que la familia es imprescindible
para configurar ciudadanos amantes de una sana y responsable convivencia.
La familia es una escuela de valores
que ayuda a crecer, en primer lugar, como personas y luego como ciudadanos. La
familia debe ser el punto de unidad con predominio del bien común. El punto de
encuentro de todas esas personas peregrinas por culpa de las guerras e
intereses de los hombres.
Por eso
podemos afirmar que el valor de la familia va más allá de lo que a simple vista
alcanzamos. Todos sus miembros deben procurar el bienestar y la sana
convivencia.
Desde la elemental convivencia se deben cultivar los valores de la
persona. Olvidando, dentro de lo posible, el lenguaje posesivo para un compartir:
Proyectos, ilusiones…Un impulso de libertad y corresponsabilidad de todos sus
miembros propiciando la solidaridad y sensibilidad ante los problemas y
dificultades.
Son los pequeños detalles, los simples
gestos que hacen posible la sana y responsable convivencia. Todo gesto positivo
es importante y favorece la convivencia. Lo primero que se debe desterrar de la
familia es: el egoísmo e implantar la generosidad y aprender a compartir.
La familia: formando a la persona y
construyendo un mundo nuevo.
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