Nuestra
condición humana y social, suscita en nosotros el deseo, no sólo de la
comunicación, sino del encuentro. Y esto nos exige o pide la necesidad de
encontrarnos
La comunicación nos invita
constantemente a salir de nosotros mismos y buscar el profundo valor que
esconde la verdadera comunicación. Si ésta se debilita, empieza a bajar la
dignidad humana hasta llegar a una incomunicación.
El encuentro, la comunicación, no sólo
acercan a las personas, sino que crean en su encuentro una situación de
estabilidad psicológica. La comunicación exige salir de uno mismo y correr el
riesgo de no ser aceptado por el otro.
Si no hay comunicación, la persona se
va auto marginando. Por el contrario, si el diálogo, la comunicación es normal,
digamos seria, ayuda a profundizar en el mutuo conocimiento. Es decir, que
siempre está en juego la verdad.
El verdadero encuentro sobrepasa los
límites del tiempo. Hoy que vivimos tan deprisa, bien podemos decir: que las
prisas son un obstáculo porque limitan la comunicación. El encuentro con los
demás es proyectar, organizar, ser creativos… por eso todo gesto, todo detalle
se convierte en verdadera amistad.
El encuentro es la denuncia directa a
quien se instala. Por el contrario, la comunicación, el encuentro, el diálogo,
la solidaridad son temas que siempre están en actualidad porque solidarizan y
humanizan.
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