Normalmente, si no estamos atentos, si no actuamos
como personas inteligentes, buscamos el tener para llegar luego a vivir lo más
cómodamente posible. Es verdad, como personas inteligentes, serias y con
miradas más altas, no estamos conformes con nuestro proceder.
Y es que los problemas, las mismas
crisis no se resuelven con exhortaciones o con las decisiones de la buena
voluntad. Es algo más enraizado, más profundo (cultura) y que tiene que morir.
Algo enraizado.
Si profundizamos el tema, nos
encontramos con los conflictos inter-relacionales. Tendrán que pasar las
generaciones. Esto nos enseña a descubrir que es lo interpersonal lo que debe
prevalecer.
El ritmo de la vida es igual para
todos. Es el encuentro personal. Es volver a descubrir los valores esenciales.
Es dejar, aunque nos cuesten lágrimas, lo que nos ata, lo que nos quita la
vida.
Como el hijo pródigo y lo dijo el
padre: “Ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”. Hemos
dejado el tener, esa ansia que nos pide la cómoda sociedad y hemos vuelto a lo
esencial, a ser personas inteligentes, a buscar y encontrar lo esencial: la vida.
La vida es el resultado de las
decisiones que tomamos a lo largo del camino. Saber superar la ley, todo lo
que, de una forma o de otra, nos ata y valorar la libertad y lo que es
esencial.
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