Hay
personas, situaciones, cosas… que no sabemos (conocemos) su valor hasta que no
las hemos perdido. Creo que todos, más o menos, tenemos experiencia del tema. Y
es que nadie ha nacido para ser esclavo. Cuantas veces hemos visto en nuestras
calles manifestaciones, pancartas… acompañadas con el grito: ¡Libertad! ¡Libertad!
y es que la libertad es el grito de la humanidad entera.
No hay persona, pueblo o nación que no
haya luchado en busca de la paz y de la libertad. Todos buscamos ser libres: un
Pueblo, una Nación, un Estado… pero la libertad no llega sino triunfa la
justicia social para todos. “La paz es fruto de la justicia” Isaías (32,17)
Se necesita la convivencia, la búsqueda
de la verdad, el perdón… en definitiva: el amor. La paz es tarea de todos
porque todos la necesitamos, tenemos derecho y también tenemos derecho a vivir
dignamente. Es pues una tarea humana de todos.
Si no logramos que triunfe el respeto,
la paz y la solidaridad, hemos perdido su lugar. Pero encontramos en las
páginas de nuestra historia, personas, profetas de paz. Así tenemos: San
Francisco de Asís, Gandhi, Luther K. Juan XXIII, Teresa de Calcuta, Roger de
Taizé y un largo etc.
Personas que nos han enseñado a
defender la dignidad del ser humano. Es verdad que muchas esperanzas han desaparecido
a lo largo de los tiempos, pero hay que seguir caminando y recorriendo el
camino juntos.
Los que han entregado o perdido su vida por la paz, son
un ejemplo, un desafío, un estímulo… son los constructores de los pueblos, de
una sociedad más humana, de pueblos que quieren vivir en paz. Porque la paz
nace desde dentro de las personas, de la justicia, lejos pues de las realidades
y ambiciones inhumanas. La paz es respeto. La paz comienza en un saludo, una
sonrisa…
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