Es falso el concepto: para favorecer la solidaridad,
que sea necesario renunciar a la propia originalidad. Que la persona deje de
ser lo que es, todo lo contrario: que sea el máximo ella misma.
Saber
comunicarse con los demás, formar parte de los proyectos… es un síntoma de una
personalidad madura y solidaria. Hay que aceptar las diferencias porque, en el
fondo, enriquecen al grupo y refuerzan la solidaridad. Nos ayudan a ser
nosotros mismos.
La
prueba de nuestra afectividad, de nuestra espiritualidad, de nuestra madurez
psicológica, está en esa capacidad que debemos tener en nuestras
interrelaciones con los demás. La solidaridad nos ayuda a conocer a los demás,
pero se necesita que los comprendamos, más aún, que los amemos.
La
solidaridad, como el amor, exige renovación, de lo contrario, hemos perdido la
ilusión, somos incapaces de solidarizarnos; en el fondo: incapaces de amar. La
solidaridad es una forma de vivir en la que podemos tener actitudes positivas y
también negativas.
Solidarizarse
es aprender a compartir. No podemos aislarnos. Solidarizarnos es convivir
responsablemente. La convivencia, lo mismo que la solidaridad, nos exige:
Respeto. La solidaridad, hoy en día, es muy importante. Es un valor humano
importantísimo.
Las
personas se solidarizan frente alguna catástrofe para que nadie se sienta
marginado. Ojalá que el compromiso de la solidaridad se extienda a todo el
mundo, en modo especial a las personas, a los pueblos que aún siguen olvidados.Intentos: El Derecho Internacional ha
permitido, al menos de
manera
teórica, la igualdad entre los pueblos, estados y naciones. Colaboremos y
hagamos realidad el avance de la solidaridad en tantos aspectos: sociológico,
ético…etc.
La
solidaridad debe superar todo individualismo. Hay que eliminar el lema de:
Sálvese quien pueda.
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