No es fácil ser personas sinceras. Sinceras con los
demás, pero también con nosotros mismos. Esto nos exige aceptarnos tal como
somos y a la vez; ser responsables de nuestros actos. Todo ello nos está
exigiendo ser personas transparentes, sin máscara alguna.
Debemos ser auténticos actores, interpretando nuestro
papel personal, sin máscara alguna. Ser personas auténticas. No importa que
digan o dejen de decir los demás.
Quien se preocupa por los demás, comprende los
sentimientos del otro. Valora sus cualidades. La sinceridad nos pide decir la
verdad. Si vivimos en una continua mentira, distorsionamos la realidad, nos
ponemos la careta y todo es apariencia.
Hemos perdido la coherencia en nuestro comportamiento
y en la relación con los demás. Debemos recorrer el camino para alcanzar la
meta de la autoestima, es decir, ser yo mismo. Amar y respetar la vida porque
es un don, algo real.
Por el contrario, no estamos siendo sinceros cuando:
fingimos tener ciertos valores que no tenemos. Cuando nos mostramos seguidores
de ciertas ideas-opiniones… Cuando aparentamos más de lo que somos, etc.
Ser sinceros no quiere decir que seamos complacientes
en todo momento. A veces es importante, saber decir: no.
La sinceridad nos ayuda a superar ciertos conflictos,
a ser capaces de aventajar viejas culpas.
Nos hace también ser más comprensivos hacia los demás.
Cuando decidimos aumentar nuestra autoestima, nos valoramos y entonces empezamos
a ver todo más positivo. Eso sí, siempre en camino y… ante todo: SINCERIDAD.
No hay comentarios:
Publicar un comentario