Hoy
en día solemos asistir a alguna reunión porque siempre se aprende algo. Hay
tantas que nos quitan esos ratos personales, casi siempre coinciden con el
tiempo elegido para nuestros asuntos. Pero hoy el tema era para mí interesante:
El MIEDO. Todo el tiempo iba a desarrollarse en torno a este tema.
Se hizo una pregunta al grupo: ¿Hay
miedo en tú vida? Personalmente me dije: Yo ¿a qué tengo miedo? Seguí pensando.
De momento no era mi caso. Inmediatamente alguien dijo: “A la soledad”. Y esta
respuesta me hizo pensar más aún.
Alguien, con voz entrecortada, comunicó al grupo: “Con
todo lo que me ha costado sacar adelante a los hijos, lo decía casi llorando, y
ahora ninguno viene a verme…” (estaba en una Residencia). El miedo se había
hecho realidad. Hubo silencio.
A penas pasaron unos segundos, alguien
intervino diciendo: Mi miedo es a la muerte. Un silencio total hizo su
presencia en la sala. ¿Sería que todos pensábamos lo mismo? Y desde este
momento, todo cambió.
Un suave murmullo se apoderó de la
sala. Luego, todo cambió. No faltó el intercambio de una sonrisa… el lenguaje
era interior. Es que el silencio tiene su misterio. Nos ayuda a descubrir los
valores, los nuestros y los de los demás.
Nos volveremos a reunir… no sé cuándo,
pero será pronto. Es que siempre se descubre algo nuevo y algo bueno en los
demás, pero también en uno mismo. Luego formamos pequeños grupos y no faltaron
las sonrisas y alguna broma. El miedo ya no tenía lugar. Se había decidido
vivir intensamente superando toda clase de miedos, preocupaciones…
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