Asistiendo
a una conferencia se me quedó grabada esta frase: “Cuando el silencio habla
todo cambia” Y es verdad. Quizás sea éste el motivo por el que nos cuesta tanto
hacer silencio. Cuando damos un paseo por el campo, la brisa acaricia nuestra
cara suavemente. Las hojas de los árboles, se mueven ligeramente y parece que
todo tiene vida.
A lo lejos se oye el ruido de los
coches que circulan velozmente por la carretera. Los pájaros vuelan de árbol en
árbol, al tiempo que lanzan sus cantos. Todos emiten sus mensajes. Sigo
caminando y escucho el chasquido de las secas hojas bajo mis pies.
A lo lejos se oye el monótono ruido de
un tractor arando. Luego divisé a un cazador muy amigo mío. Nos saludamos en el
silencio agitando el brazo en alto. Seguí pensando en nuestra amistad, nuestros
encuentros… Claro, entonces éramos más jóvenes.
Alguna vez habíamos salido a cazar
juntos. Bueno, más que cazar a charlar de nuestras cosas. A veces caminábamos
en silencio… De vez en cuando cruzábamos nuestras miradas y una breve sonrisa
transmitía nuestros mensajes, siempre en silencio.
A un cierto punto miramos el reloj y
emprendimos el camino de retorno a paso ligero. La caza ya no importaba, el
encuentro tenía más valor. La caza quedó atrás.
Hablamos de nuestras cosas pues hacía
tiempo que no nos veíamos. Al llegar al pueblo pasamos por el bar y celebramos
lo acaecido. Luego nos dirigimos a nuestra respectiva casa; no sin antes darnos
un fuerte abrazo.
Luego hubo silencio al tiempo que
nuestras miradas se iban cruzando. Y todo quedó en una reflexión personal…
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