viernes, 11 de enero de 2019

SEAMOS SINCEROS

La sinceridad, un reto de siempre. La sinceridad exige apertura, comunicación, diálogo, en definitiva: Amor a la verdad. La sinceridad exige también fidelidad y olvido de sí mismo para abrirse a la realidad en que vivimos. Caemos fácilmente en la palabrería, dejando a un lado: el servicio, el amor… la verdad.
El amor y el comunicarse están en íntima relación con el ambiente. La sociedad de consumo, el automatismo… nos están llevando a un aislamiento cada vez más profundo; por consiguiente, al silencio y a la incomunicación.
Como personas necesitamos comunicarnos, dialogar, intercambiar experiencias… compartir vivencias. Ser nosotros mismos. Somos sinceros cuando hemos reconocido y aceptado estas limitaciones humanas, es decir, cuando somos lo que somos.
La sinceridad exige que nuestros actos estén en conformidad con lo que se debe ser, porque la capacidad de ser sinceros radica en la cabida de amar y dejarse amar. La sinceridad es fidelidad a la verdad, que se la debemos a todas las personas.
La sinceridad reivindica nuestros errores, quitar nuestra/as máscaras y buscar siempre la verdad. Amar la sinceridad exige no engañarnos a nosotros mismos ni a los demás. La sinceridad exige sinceridad. La sinceridad exige fidelidad.
Creo que debemos tener presente que son los sencillos, los pobres, los sinceros, los que de verdad aman… quienes  verdaderamente hacen la historia. De los pobres ha de venir la liberación porque son capaces de darlo todo, hasta la misma vida.

Desde esta pobreza, desde esta sinceridad y entrega; desde aquí se vislumbra el valor de la sinceridad y el compromiso. Por desgracia la comunicación sincera y responsable se está desvirtuando en nuestra sociedad, llegando incluso a la intolerancia, a la rivalidad… Pero la sinceridad merece estar no sólo en la mente y en los proyectos de todos, sino en el corazón y en la misma vida. Eso sí, que nunca falte la sinceridad que siga siendo un reto: hoy lo mismo que ayer, SIEMPRE. 

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