La tarea de toda persona, la tuya, la
mía, es: La búsqueda de su identidad. Respondemos así a la pregunta: ¿Quién soy yo? Normalmente en nuestra
respuesta colocamos las cualidades… y damos una visión global de la vida.
Quizás no falte, de pasada, algún defecto.
Nos definimos a través de las
actividades que desempeñamos, etc. Pero si nos llega un contratiempo, los
fundamentos pueden desplomarse. Lo transcendente es el nivel más alto de
nuestra identidad. Buscamos valores objetivos que nos sobrepasan. Es buscar la
vocación personal.
Ésta, la vocación, es una respuesta a
una pregunta, a una llamada, a un valor que supera a la misma persona. ¿Qué
experiencia tenemos en la búsqueda de nuestra vocación personal? ¿A dónde nos
apoyamos? Hoy creo, nos apoyamos más en un conocimiento y no tanto en la
dimensión personal y, menos aún, en lo vivencial.
Pero ¿Cómo debemos comunicarnos?
Debemos partir, no del exterior, sino
de lo profundo; pues aquí aparecen las dificultades, las crisis… Nunca es
absoluta la comunicación.
La otra cara de la comunicación:
Envidia, odio, el otro es un peligro, etc. etc. La vida sentida es relacionar
lo vivido. El sentido de la vida es una experiencia o mejor, vivencia de
amistad, amor. En el fondo, la vida es un don, un misterio a vivir.
Aprendamos pues a vivir desde la
aceptación, desde la presencia del otro, sin quitarle su sitio. Siendo
colaboradores porque normalmente podemos dar: ALGO MÁS.
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