Cada encuentro que tenemos con los demás, algo nuevo descubrimos
en nosotros y en el otro. Las
apariencias no existen, predomina el encuentro y el respeto… en definitiva,
todos buscamos el encuentro para conocernos y ayudarnos compartiendo.
En el fondo,
está siempre el misterio de la libertad personal, que se debe respetar y sólo
cabe: esperar. Esperar, pero no olvidar porque siempre hay sorpresas. Es como
cuando celebramos un cumpleaños y hay regalos; hasta que no se quita el último
envoltorio… no sabemos qué nos espera.
Es como el
silencio: sorprende, inquieta, interroga… pero hasta que no se rompe… nadie
sabe qué esconde. Pero lo importante es su presencia. Descubrir que estás ahí,
que eres tú. Que, entre tú y yo, ya no existen barreras. Tu silencio, tu mirada…
me han transmitido muchas cosas.
Me has ayudado a descubrir nuevas
facetas de tu persona; pero, sobre todo, me has enseñado a saber mirar más
adentro a las personas, donde está el valor de las mismas; todo ello para
valorarlas y valorarnos.
Saber leer cada acción, todo
movimiento… porque siempre se descubre algo nuevo, algo que nos deja en
silencio, pensativos y nunca sabremos el por qué. En el fondo, buscamos la
autenticidad. Ser auténticos tiene más valor que la sinceridad.
La persona sincera dice lo que
piensa, la auténtica, por el contrario, lo que efectivamente siente. El
encuentro, la comunicación no es lo que intentamos explicar, llevar al otro,
sino lo que el otro, es decir, el destinatario entiende.
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